Un cachorro correctamente sociabilizado hace que su incorporación a su nuevo hogar sea alegre, dicharachero y que la adaptación al medio sea rápida y sencilla. Si el convivir con un perro es una experiencia maravillosa, el convivir con un West Highland Terrier es algo inolvidable y que te hace querer a los “westies” con mucha pasión.
Hay un falso mito sobre el West Highland Terrier, ya que todo el mundo afirma que es un perro muy cabezón. Hasta cierto punto, y morfológicamente, es un perro que tiene una buena estructura craneal, pero no es esto a lo que se refiere la gente cuando habla de cabezonería. Pero se tiende a confundir la cabezonería con la tenacidad. Una de las principales características del “westie” es el ser un perro tenaz, muy tierno, cariñoso y que detecta nuestros diferentes estados de ánimo al momento.
Si fuesen cabezones y testarudos, no sería posible por ejemplo, el poder competir en una disciplina que muchos adiestradores afirman que no es la más adecuada para ellos, como es la obediencia deportiva, y obteniendo excelentes resultados, lo cual demuestra que con cariño, paciencia y tesón por parte de todos, lo que uno se proponga es posible conseguirlo. Podemos ver también a westies compitiendo en disciplinas como el Agility, por lo que podemos contrastar que se trata de mitos que no son tan reales como se intenta hacer creer. Por lo que, si aplicamos la máxima de dar cariño, amor, trabajo, y tener una gran ilusión con muchas dosis de pasión, cualquier cosa es posible.
Una de las principales características de la convivencia con un “westie” es la adaptación al ritmo de vida que tengan sus propietarios. Puede ser un westie que le encante caminar, correr, realizar actividades como canicross o senderismo, o todo lo contrario, ser un buen compañero en nuestras siestas de sofá. Puede ir al lado del carrito de nuestro bebé caminando todo orgulloso de hacer de guardianes de su “hermanito”, o correr a tu lado mientras das un paseo ligero en bicicleta. Cualquier actividad es buena, ya que, aunque es un perro pequeño en talla, es muy grande en espíritu, en corazón y en ganas de hacer cosas junto a sus dueños.
Su capacidad de adaptación a cualquier entorno familiar es espectacular. La convivencia de un westie con un niño es indescriptible, y si ese niño es “especial”, la actitud del “westie” ante estas circunstancias es digna de ser mencionada. Los acercamientos del westie al niño, la delicadeza en la que estos acercamientos se producen, comportamiento positivo ante actuaciones imprevistas del niño hacia el perro, hacen que sea una raza a tener en cuenta en entornos familiares con niños, con independencia de la edad y de las particularidades de cada niño. Todo esto lo podemos asegurar y afirmar al tener un hijo que tiene AUTISMO, y que el compartir el espacio vital con sus “westies”, hace posible que tenga un contacto muy directo con la vida y con los animales, facetas muy importantes en el desarrollo de un niño, sobre todo en las partes de interacción social, potenciando el amor y el afecto, el compañerismo y la intimidad, y haciendo posible que los niños sean más participativos, fomentando a su vez la responsabilidad y que puedan ser capaces de ponerse en el lugar de otro ser vivo ante determinadas situaciones de la vida. No solamente con un niño su comportamiento es impecable, sino que también con las personas mayores demuestran un tacto y un saber estar muy grande. No demuestran brusquedad en sus movimientos aunque vayan a demandar caricias, tienen cuidado a la hora de acercarse cuando caminan las personas, y adoptan el rol de control de la ubicación de estas personas de forma muy representativa.
No son perros “pegatina”, requieren sus dosis de cariño y de mimos, como cualquier ser vivo, y cuando han cargado las pilas con sus demandas, proceden a retirarse, procediendo a realizar las actividades que les apetezca en ese instante, pudiendo demandar cariños y juegos en el mismo intervalo de tiempo. Pero son muy agradecidos en las muestras de cariño y de afecto que se les brinda en cada instante, sobre todo en las actividades en las que implica interacción entre las personas y ellos, como pueden ser juegos de buscar el juguete escondido, de recoger y traer la pelota o cualquier otro proceso de interacción que establezcamos con ellos, siendo muy cuidadosos con la boca cuando por ejemplo tiene sus juguetes el niño pequeño de la casa, procediendo a quitar con mimo y cuidado al niño los juguetes que el “westie” sabe que son de su propiedad y que el niño le ha podido arrebatar.
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